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sábado, 9 de junio de 2012

Lunes


Cuando llega el lunes no tengo ganas de ir a clase. Me siento enferma sólo de pensar en estar allí. Por supuesto mi madre no quiere oír ninguna excusa. Tampoco tengo una para darle. Que tienes el corazón hecho trizas no es algo que guste decirle a una madre. Sobre todo porque sé que sufrirá por mí y no quiero ver dolor en sus ojos. Así que me trago mi malestar y abandono el santuario que ha sido mi casa por los últimos dos días.
El frío del exterior me trae más malos recuerdos. Todavía tengo los labios cortados del frío y mis uñas aún guardan algo del morado que las pintó después de casi dos horas bajo la tormenta de nieve. Ésta no duró mucho, pero las temperaturas son tan bajas que la nieve no llega a derretirse nunca. Es más, por la mañana es prácticamente hielo, por lo que me toca caminar con cuidado para no resbalar. Lo último que me hace falta es darme un golpe contra el suelo.
Cuando llego al instituto veo que bulle de actividad. No queda mucho tiempo para que suene la campana de inicio de las clases así que casi todo el mundo está allí ya. El pasillo está lleno de pequeños grupos que hablan animados, supongo que de las novedades del fin de semana. Yo preferiría olvidar el fin de semana.
Llego a mi taquilla a toda velocidad y la abro en un vano intento de camuflarme tras la puerta. Es una estupidez, pero tengo la suerte de que ninguna de mis amigas está a la vista. O bien llegan tarde o bien ya están en clase. Tampoco le he visto a él por ninguna parte, así que me permito relajarme un poco.
Oigo el primer aviso por los altavoces. Estoy tardando demasiado en recoger mis cosas. Con pocos miramientos saco la mochila y un par de libros de la taquilla y dejo dentro el bolso que traía de casa. Cierro con fuerza la puerta y levanto la mirada.
No debía de haberlo hecho. Me he confiado demasiado y mis ojos se encuentran con los suyos. Él no aparta la mirada y yo soy incapaz de hacerlo, a pesar de que cada segundo que pasa mi pecho duele un poco más. No puedo creer que sea capaz de mirarme así, como si nada hubiese pasado.
Veo que empieza a esbozar una sonrisa cuando me doy la vuelta y huyo hacia clase.


Quería comentaros que esto es una continuación del relato La Espera. Digamos que me resultó atractivo y he pensado que sería interesante continuarlo. No sé si a partir de aquí seguiré, pero como podéis ver lo he dejado abierto por si acaso.
¡Espero que hayáis disfrutado su lectura!

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